Lo primero quiero agradecer a Antonio su último post país de pandereta, gracias a él me atrevo a escribir este post, bueno más que atreverme me decido, pues hace tiempo que lucho por lo que a continuación contaré.
A los 16 años tuve una crisis de identidad, como cualquier adolescente, a mi me dio por colaborar con los entonces recién inaugurados servicios sociales subvencionados por el famoso 0,56% del IRPF, empecé a colaborar con Cruz Roja en la asistencia a domicilio y de ahí pasé a tocar casi todas sus áreas, fueron muchos años los que pasé en esta ONG y muchas cosas las que vi, todas ellas tenían un denominador común, no era el pueblo saharaui (con todos mis respetos) ni la foca monje del kilimanjaro, eran mis conciudadanos, esa mujer que vive en Mislata y teniendo a sus hijos en el piso de arriba hace 8 años que no ve la calle, ese joven que una noche loca decidió practicar sexo sin preservativo y ahora es un enfermo terminal de SIDA, aquella niña que se creía mujer y un día probó la heroína, porque es de mayores, y vació en ella su vida, acabando con todo aquello que podría haber sido y no fue. Fueron muchas las historias que viví y en las que intenté aportar mi granito de arena, mi sonrisa totalmente desinteresada. No, no quería ser un héroe, ni un crack, ni un genio ni nada parecido, sólo quería ser persona. Desgraciadamente a día de hoy mi negocio y mi día a día no me permiten colaborar de una manera tan cercana.
Hace poco descubrí las redes sociales de Internet y me di cuenta que, a través de ellas, podía aportar mi granito de arena, comunicar buen rollo, debo reconocer que recibir un mensaje agradeciendo una sonrisa, ver un comentario diciendo que le había alegrado el día, me ayudaba bastante a seguir con el buen rollo, me hacía sentir bien, me alegraba ser responsable de sonrisas anónimas, me gusta salir a la calle con una sonrisa y, aunque 99 me miren con cara de ¿éste es idiota?, siempre hay una persona a la que consigues arrancar una sonrisa.
Antes de ser padre, antes de enamorarme de la madre de mi hija, no soportaba l@s niñ@s, ahora l@s ador@, son pur@s, son sincer@s y sobre todo son solidari@s. Ellos no buscan medallas, no quieren reconocimiento por sus causas, siguen su máxima: «compartir es vivir» y aquí es dónde las lágrimas me saltan, lágrimas de alegría por su pureza y lágrimas de tristeza por la nuestra perdida.
Basta ya de quejarnos que no podemos comprar una tele, salir a cenar o pagar la revisión del coche, empecemos a invertir en sonrisas, trabajemos para que sonrían tod@s a nuestro alrededor. Otro mundo es posible herman@s human@s, otro mundo es posible, pero no somos todopoderosos ni omnipresentes ni omnipotentes, así que luchemos por mejorar nuestro día a día más cercano, sonriamos al camarer@ que nos pone el café de las mañanas, aunque él/ella no lo haga, guiñemos un ojo a ese niño que nos mira sin entender porque no hay pelo en nuestra cabeza, mostremos la mejor de nuestras sonrisas al conductor de al lado que mira con odio todo su entorno.
Estoy cansado, cansado de escuchar y leer como las redes sociales tienen viralidad, cómo con un tweet llegamos a miles de personas, pues empecemos a sonreír en esos tuits, luchemos por la viralidad del buen rollo. Os aseguro que todo es posible y todo está por hacer y así lo leí en el primer tuit de uno de mis mejores amigos Migue, de que hay personas que han venido a este mundo a hacer más felices a los demás como Javi y ahora, apelando al Adorables a Rabiar y a los Por Cierto de Antonio, luchemos por cambiar el mundo y hagámoslo, es tiempo de olvidar el dinero, al fin y al cabo no hay, y empezar a pagar en sonrisas e ilusión, porque la ilusión se contagia, lo sé porque lo he vivido en mis carnes. Sed felices human@s y empecemos a evolucionar a personas.